20 oct 2010

Soy zurdo

20 de octubre de 2010

Ya tengo unos cuantos años de militancia, y a decir verdad, siempre lo he hecho en el marco del patriotismo revolucionario o, si se prefiere, del nacionalismo popular revolucionario. Milité en la UES de Montoneros desde los 16 años y en ese carácter estuve secuestrado como “detenido-desaparecido”, luego preso y finalmente exiliado durante la dictadura. Regresado a Argentina, milité en el Peronismo Revolucionario y, ya contra el menemismo, en el Peronismo que Resiste, lo que me valió nuevamente la cárcel. Fue durante el menemismo, justamente, que entendí como incompatible con cualquier forma de patriotismo revolucionario seguir militando con la identidad del peronismo, herramienta de entrega y dominación, irreversiblemente enajenado para las tareas de la liberación nacional por el pejotismo y las burocracias sindicales. De alguna manera, y asumo aquí la vena irónica, lo hice asumiendo aquello de “primero la patria”.

A grandes rasgos, los que siguieron fueron años de dura resistencia contra un régimen de entrega de la Patria y de formidable intento de destrucción de todo lo que la dictadura no había conseguido destruir de lo que habíamos avanzado en nuestra identidad como Pueblo. Ahora algunos nos quieren convencer que debemos considerarlos en un segundo análisis como años que también fueron muy positivos porque permitieron que se consolidara la columna vertebral de este gobierno, anidada en la cueva de las alimañas, carroñeando con ellas.

Los conozco, a muchos y me conocen, unos cuantos: no son mis compañeros, se escondieron, como ahora en muchos casos, atrás de escritorios gubernamentales; yo fui compañero del Lobito Rodríguez Sá, por ejemplo. Y fueron muy pocos los “peronistas revolucionarios” que pelearon contra aquello, y algunos que hoy se quieren inventar un pasado de resistencia antimenemista eran sólo pusilánimes y especuladores.

En todos esos años, contra Menem y la Alianza, contra Duhalde, cuando la abrumadora mayoría de los que ahora parecen dispuestos a “dar la vida contra los monopolios y por el gobierno popular” ocupaban su lugarcito al sol; mientras, repito, se destruían las bases mismas de la soberanía, de la justicia social, de la dignidad; muchos de los que salieron a la calle a pelear, a resistir, a organizar, fueron zurdos o “zurditos”, si mis excompañeros lo prefieren.

Ahora los escucho, escucho a sus referentes, a los dirigentes de la izquierda y acusan a la burocracia, y hablan de las tercerizadas y de la democracia sindical, y me digo, que una vez más, no comparto ni sus concepciones, ni su punto de vista; sigo creyendo que no representan una alternativa revolucionaria para los trabajadores y el pueblo argentino.

Y veo a Mariano muerto en la ambulancia y me recuerda a Darío Santillán, es, como seguramente pensarán mis excompañeros, la imagen de un zurdito, a diferencia de la patota que lo asesinó, de imagen más nacional y popular. Y me dan asco mis excompañeros, hoy kirchneristas, esos que, después de 7 años de “función pública” se están poniendo nerviosos por el resultado de las elecciones del 2011 y entonces patotean en las marchas, (¡al sindicato de las maestras, por ejemplo!) y festejan alborozados el renacimiento de la Juventud Sindical (esa que hoy ya puede festejar su primer zurdito dado vuelta) y endurecen sus consignas.

Me debía esta carta a mis excompañeros, a los que conocí en la militancia y a los que sin conocerlos, los sentí como compañeros y aun como referentes; más de una vez me la guardé porque me parecieron circunstancias más personales (que su referente Aníbal me mandara la patota de Seguridad del Estado a chuparme en un operativo de civil, por ejemplo).

Hoy, la hago pública, porque, contrariamente a lo que manifiestan los compañeros de las organizaciones de izquierda, yo pienso que esto es parte de una escalada, de discursos y de acciones. Quieren ganar la calle, quieren garantizar el control de los espacios que consideran propios y que si no los tienen ustedes, entonces los tiene el enemigo. Así que, ustedes ya lo saben pero es bueno reafirmarlo: yo soy su enemigo, mis compañeros son los zurdos, por la simple razón de que hace muchos años que cada vez que salgo a la calle a pelear por los mismos valores que defiendo desde hace mas de 35 años, a los que me encuentro, codo a codo, no es a ustedes, sino a ellos, viejos troscos y jóvenes guevaristas, zurditos universitarios y secundarios exaltados y románticos, delirantes y desubicados, hasta gorilas irrecuperables, pero compañeros de pelea, que le muestran con sus errores, limitaciones e inconsecuencias ese camino, el de la pelea, al pueblo, mientras ustedes proponen el camino de la desmovilización, de la transa, del posibilismo, de la muñeca infalible de los dirigentes de banditas asociadas sólo para dividirse “la gestión”, de la administración progresista del saqueo. Ustedes son compañeros de la Juventud Sindical, yo seré, si ustedes lo prefieren, del Partido Obrero, pero no se confundan del todo.

Sólo eso.

P.D. Las últimas noticias son que hay que sumar otra zurda a la lista de la Juventud Sindical. Como ya decía uno de estos excompañeros hace años, “los zurdos están buscando un muerto”; bueno, ahí tienen: dos. (Sólo espero que él lo recuerde como yo lo hago precisamente ahora; y que se haga cargo, no ahora, que está atrás de la guardia de infantería, sino mañana, cuando "vuelva al llano".)

3 may 2010

Los presos políticos paraguayos y las campañas sucias en Argentina


En el diario Perfil del domingo 2 de mayo de 2010 y en sus versiones digitales fue publicada una nota firmada por Leandro Dario y titulada “Los nexos secretos de Quebracho con la guerrilla paraguaya”. Como en ella se alude a una entrevista que mantuve con su autor y, obviamente, a mi persona y mis actividades relacionadas con los presos políticos paraguayos, escribí la siguiente carta, que trataré sea publicada por el mismo medio, para intentar poner en claro algunas cuestiones que fueron tendenciosamente tergiversadas; seguramente, me temo, con la intención de contribuir a crear un clima propicio para la condena de los compañeros de Quebracho en el lamentable juicio que se les viene llevando a cabo. Les ruego a todos tengan la gentileza de reenviar este texto para contribuir a su divulgación. Gracias.

Como militantes populares, a veces se nos presenta un dilema entre el deseo de contribuir a hacer públicas determinadas situaciones que aparecen fuera de la atención de “los medios” y la certeza de que seremos tergiversados, manipulados, y que se hablará de ciertas historias acalladas pero deformando y despreciando el dolor y la sangre que traen consigo.

La historia de los campesinos paraguayos, precisamente, es una historia de dolor y de sangre derramada, pero también de lucha y de dignidad. En particular, la historia de aquellos que, entre ellos, se organizaron y buscaron construir las herramientas y abrir los caminos para su liberación y por la justicia, ha sido además, en los últimos cincuenta años, la de las persecuciones, la cárcel, la tortura, la muerte y la difamación.

Buscando aportar al público conocimiento de la entereza moral, el amor por su pueblo y el sacrificio sin desmayos con que un grupo de militantes políticos paraguayos han sufrido y sufren esos males, acepté entrevistarme con Leandro Dario, periodista de Perfil, y hacer frente a aquel dilema. Como la mayor parte de las veces en que acepté un compromiso de esas características, salí probablemente perdidoso ante la inagotable capacidad de tergiversación, tendenciosidad y superficialidad de la mayoría del “periodismo” argentino de “los medios”, al cual el Sr. Dario, seguramente emocionado por los supuestos “escraches” que sufren algunos de sus colegas, decidió adherir con convicción militante.

Voy a tratar, pues, de dejar claras, por lo menos, algunas cuestiones que me parecen las más relevantes entre las tantas atropelladas por semejante “periodista”. Cuestiones que, por supuesto, le dejé absolutamente claras en la entrevista y que él falsea.

En primer lugar, obviamente (y aun cuando posiblemente el título no es de la misma autoría del resto de la nota), hay que resaltar una verdad de Perogrullo (de esas que en las redacciones con seguridad se dejan de lado con el viejo apotegma de que “total, los lectores son todos unos imbéciles): los supuestos “nexos secretos”, como se puede ver al correr la nota, no son de ninguna manera secretos y, como trataré de poner en claro, más allá de las groseras deformaciones, tampoco resultan ser “nexos”.

Todas y cada una de las actividades y hechos que se mencionan (viajes, Encuentros, movilizaciones, piquetes, acciones de denuncia, etc.) fuero no solamente públicos sino que se trató de que tuvieran la mayor publicidad posible.

En segundo lugar, la nota es engañosa respecto a mi actual relación con Quebracho y lo que es más importante, respecto de la misma cuando ocurrieron algunos de los hechos mencionados. Para ser claro, yo no soy militante de Quebracho desde mediados del año 2007, tal como se lo expresé a Dario. En el marco de las distintas actividades por la libertad de los 6 compañeros luego extraditados a fines del 2008, y por la Fundación Fidela, me tocó hacer algunos viajes a Asunción, en donde además de entrevistas con personalidades y organizaciones del ámbito de la defensa de los Derechos Humanos, miembros del Congreso y dirigentes sociales y políticos, hice visitas a los que sigo considerando presos políticos populares paraguayos, entre ellos a Osmar Martínez, Alcides Oviedo y Carmen Villalba. En ningún caso las hice en nombre de Quebracho y en todos los casos, desgraciadamente, lo único que pude hacer por ellos fue manifestarles la solidaridad militante de muchos argentinos, que me consta. Todos me impresionaron, y me conmovieron, por su entereza y la firmeza de sus convicciones revolucionarias intactas. Si bien esto se lo transmití así a Dario, entiendo que esté lejos de su capacidad comprender lo imposible que resulta siquiera imaginarse “el estrechar vínculos”, entre desconocidos que antes y después casi no tienen posibilidades concretas de comunicarse, en visitas apresuradas a personas que en algunos casos venían de años de casi total aislamiento y sólo habían recibido, además de sus familiares y su abogada, visitas de la Cruz Roja, o con personas a las que se las acababa de condenar a 35 años de cárcel.

Mal podría yo, entonces, expresar los sentimientos de Quebracho respecto a nada ni a nadie, cuando no soy miembro de la misma; pero puedo decir sin lugar a dudas que los que se mencionan en la nota sí son mis sentimientos. Cuando se ha militado unos años, a veces se puede, y creo que es mi caso, sentir compañerismo y admiración por la entrega militante de otros compañeros más allá de acuerdos o diferencias políticas. Como le manifesté a Dario, soy muy conciente de no estar en condiciones, en este caso, de ni siquiera sostener acuerdos o diferencias con ninguno de estos compañeros (que difieren entre ellos), por la simple razón de que sería una falta de respeto hacía todos ellos, que han jugado su libertad y su vida por su pueblo y su país a los que, desde ya, conocen mejor que yo.

En tercer lugar, una de las razones principales por las que acepté hablar sobre el tema fue para, justamente, tratar de evitar que se cometiera la misma grosería que hoy es común en la prensa paraguaya, de mezclar Patria Libre, EPP, los 6 campesinos extraditados y hacer cargo a todos de todo. De las diferencias y de las distintas pertenencias de todos ellos es que creo conocer bastante y eso es lo que le detallé a Dario, para encontrarme con que hace la más burda de las mescolanzas, agregando además a Quebracho y a mi persona. La oligarquía paraguaya y el aparato represivo intacto de ese país buscan interesadamente hacer esa mezcla, de manera de, por ejemplo, condenar de antemano a los 6 compañeros extraditados de Argentina, a los que se quiere presentar absurdamente como integrantes de una organización que cuando ellos fueron traidoramente detenidos en nuestro país, ni siquiera existía. Entre los presos políticos paraguayos, cuyo número se acrecentó generosamente desde mi última visita, hay quienes se asumen como integrantes o voceros del EPP, pero hay también quienes no tienen ninguna relación ni afinidad con el mismo, más allá de que, tal vez, en el pasado hayan militado juntos. La nota de Perfil, repito, en su afán de obtener el impacto de la relación “Quebracho–guerrilla paraguaya”, mezcla intencionadamente nuestra solidaridad con los presos políticos, mi anterior pertenencia a Quebracho, la anterior pertenencia a Patria Libre de algunos miembros del EPP, las acusaciones de una justicia impresentable como la paraguaya contra antiguos y actuales miembros de Patria Libre, la presencia de supuestos miembros de Patria Libre en un Encuentro internacional de fuerzas políticas, la solidaridad de un exiliado, las entrevistas con Lugo para pedirle por la libertad de quienes tanto a él como a la justicia paraguaya les consta que nada tienen que ver con los que se les imputa; y cree poder probar con todo ello un “vínculo” inexistente.

En realidad, esta “metodología” me recuerda al oficial de inteligencia del Ejército argentino que, allá por 1978 (el día anterior a la final del mundial, para ser más preciso) me interrogó en el cuartel de Mercedes y que, si mal no recuerdo, me preguntaba por una organización a la que yo no pertenecía; como le hice notar tamaña sutileza, me dijo algo así como: “¿ustedes qué quieren? ¿la revolución, el socialismo? ¿y ellos qué quieren? ¿no quieren, también, la revolución y el socialismo? Y bueno, son todos lo mismo… de la Orga…”

Pero, más triste es pensar en la sabiduría terrible de los compañeros paraguayos que, después de todos estos años de soledad “aprendieron” que cuando estás preso por querer justicia y dignidad, en el Paraguay, estás solo. Porque todo aquel que se te acerque está condenado. Seguramente, la nota de Perfil me ha condenado a no poder visitar nunca más a los presos políticos paraguayos, sino a peores castigos. Seguramente, la insensata y criminal decisión de Lugo de lanzar sobre la población civil los perros rabiosos de la represión colorada, traerá más dolor y persecuciones, y también más presos políticos, a ese pueblo heroico con el que tenemos eternamente una deuda de sangre. Seguramente, como otras veces, estarán casi solos para sobrellevarlo; humildes, bravíos, rebeldes y dignos. A diferencia de otros tiempos, la Argentina, ahora progresista y defensora de los derechos humanos, los extraditará cuando deban huir. Porque ahora, en este siglo XXI, son terroristas y secuestradores. Ellos, que, desde lo que les alcanza la memoria pelean contra lo mismo, con las mismas manos, con la misma disparidad de fuerzas, ahora son terroristas. A sus represores los entrenan y los adoctrinan los represores colombianos, ojalá que a su historia no la cuente el “periodismo” argentino.